Un poema sobre el frío, el hielo, la nieve... El invierno se acerca.
La crueldad de la estación más dura, esos tres meses de diciembre a marzo.
¡Se sienten! Esto es una ola de frío.
Me hinco cruel en los resquicios de los cuerpos.¡Aquí soy dictador! Mi reino abarca de diciembre a febrero.
Y todavía en marzo antes de exiliarme al norte, mi dictado es austero.
¡Y aunque marche, sea para llegar el año siguiente todavía más jodío!
Son mis botas de escarcha y es mi zapatero el frío
que me puso tacones de hielo podrido
que recortan las mantas por la parte de los pies con gran albedrío
y te cosquillean los pies descubiertos, encontrando su diversión infantil.
El otoño es mi regente y aliado pero algo febril
por el efecto de pinceladas de calor, ¡ese invento vil,
último hálito del verano que senil
ve su sangre morir al helarse y estallarle las venas.
¡Y aquí, el sol, como en Waterloo,
el emperador del sur, cae a manos
de una nube pasajera que empieza a escupir nieve
Y se hincha convertirse en la mortaja del bañador, y todo el cielo llena!
Por eso yo le canto al color de la alegría,
que ni el rosa ni el dorado, es el gris
lo que a mí me da vidilla...
gritemos todos, que el infierno arriba, por fin.
Darío Bejarano Paredes (Atoman), que soy yo.
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